"Lengua sin tortura: ordenar palabras sin morir en el intento."


Si alguna vez te sentaste frente a una hoja en blanco y te agarró una puntada en el estómago, entonces entendés de qué hablo.
A mí me dolía escribir.
No de emoción: de vergüenza, de no saber, de no poder.

Después, un día cualquiera, garabateé una palabra sin pensar.
Y ahí entendí.

Que la lengua no es enemiga.
Que las reglas no son grilletes si sabés soltarlas a tiempo.
Que escribir es más como hacer garabatos con las tripas que como pasar en limpio una lección.

No aprendí a escribir.
Aprendí a no odiarlo.



  La trampa de las palabras perfectas  



Nos enseñaron a buscar “la palabra justa”,
como si existiera.
Nos dijeron que había que escribir bien,
pero nunca explicaron qué era bien.
Lo que sí dijeron fue que el error era un problema.
Y eso dolió.

Entonces este blog es eso:
un espacio para el error hermoso,
el trazo torcido,
la oración que empieza y no sabe a dónde va.

Garabato pedagógico:
enseñar sin enseñar,
aprender sin pedir permiso.



  Un ejercicio que no se rinde  

No hay consigna.
No hay estructura.
Solo un desafío:

Escribí algo donde una palabra le tenga miedo a otra.
Después hacelas conversar.
Después, si se puede, que se perdonen.



Esto tampoco es un final

Las letras no se doman.
Se sueltan.
Se invitan a bailar, aunque pisen fuerte.
Y a veces se ríen de una misma cuando escribís “esíto” en lugar de “éxito”.
Y lo dejás.
Porque suena mejor.

¿Seguimos?




Próxima parada
"Un garabato que se despierta lentamente, medio dormido y sin rumbo. Un comienzo desordenado, pero lleno de posibilidades."


Textos generados por ChatGPT en respuesta a interacciones personalizadas.
Cortesía de OpenAI.
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